Descifrando nuestro autocontrol


El autocontrol es la capacidad mental que tenemos para alterar o anular nuestros propios pensamientos, conductas o emociones. Se basa en procesos controlados para regular los impulsos. Su fracaso es uno de los problemas centrales del ser humano, que lo implican en fenómenos que van desde la obesidad a la criminalidad o el abuso de drogas, entre muchos otros.


autocontrol

Todos los días, consciente o inconcientemente, las personas nos resistimos a ciertos comportamientos, por ejemplo, comer alimentos que nos hacen daño, ir a divertirnos en lugar de ir a trabajar, procederes inadecuados, hacer cosas que pueden molestar a nuestra pareja, amigos, etc. y muchas otras conductas que, aunque agradables o cómodas en el corto plazo, nos pueden ocasionar costos en un futuro más lejano, además de violar reglas o pautas de convivencia. Por ello, hoy vamos a ver 3 interesantes investigaciones que se hicieron sobre el autocontrol y que quizás nos sirvan para entenderlo un poco mejor.


Autocontrol en niños

En un estudio clásico realizado en la Universidad de Stanford a principios de los años 70, el psicólogo Walter Mischel puso a prueba el autocontrol de un grupo de niños de cuatro años. La investigación consistió en dejarlos solos en una habitación. Cada uno de ellos tenía una campana, para que pudieran llamar a una persona. Anteriormente se les había dicho que si ellos podían esperar a que la persona volviera sin ser llamada, recibirían dos malvaviscos, de lo contrario recibirían sólo uno.
Algunos niños lograron esperar los 20 minutos que tardó en volver la persona y ganaron las dos golosinas, pero la mayoría se rindieron al deseo de gratificación inmediata e hicieron sonar la campana.

Para un niño pequeño, un solo malvavisco puede parecer más valioso que dos malvaviscos en un futuro indefinido. Trasladado esto a la conducta de los adultos, es fácil ver cómo la gratificación inmediata lleva a la gente a comprometer su salud y felicidad en el largo plazo, con tal de obtener beneficios a corto plazo.

Una simple golosina como una acción impulsiva puede parecer trivial. Pero, a lo largo de toda la vida, la capacidad de ejercer el autocontrol puede hacer la diferencia entre el éxito y el fracaso. La investigación ha demostrado que las personas con alto autocontrol son más saludables, disfrutan de mejores relaciones y tienen más éxito en sus estudios y en el trabajo.

Por ejemplo, los niños del estudio de Mischel fueron rastreados hasta la adolescencia. Los investigadores encontraron que aquellos que a los cuatro años retrasaron la gratificación tenían, promedialmente, hasta un 35% de mejores calificaciones.


El autocontrol debilita nuestro... autocontrol

Una de las principales limitaciones de nuestro autocontrol resulta ser, paradójicamente, el haber utilizado nuestro autocontrol inmediatamente antes. Un número importante de estudios han demostrado que los procesos ejecutivos que sirven para controlar nuestros impulsos se comportan de forma muy parecida a los músculos, es decir, se cansan en su uso inmediato.
En una exploración llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Columbia, la misma consistió en comparar la cantidad de comida que ingiere una persona que tiene prohibido comer, con la de una persona que no tiene prohibición alguna, pero que lleva la misma cantidad de horas sin comer. Para ello se tomó como primer grupo, a los camareros de un restaurante que tenían expresamente prohibido comer durante las horas de trabajo. El segundo grupo estaba compuesto por estudiantes que habían estado en sus clases de la universidad sin comer durante las últimas horas.
Con el pretexto de una prueba de sabores, los investigadores dieron a probar distintos alimentos, tanto a los camareros como a los estudiantes. El resultado fue que los camareros ingirieron un 20% más de alimentos que los estudiantes.

Es muy común que las personas que tienen trabajos estresantes y ejercen su autocontrol, por ejemplo, para soportar a su jefe, son más vulnerables a la hora de resistir un atracón de comida en la cena. También es sabido que personas que hacen grandes esfuerzos en seguir una dieta, son más proclives a hacer compras compulsivas.

¿Por qué ocurre esto? Las regiones del cerebro que controlan la fuerza de voluntad, hacen mucho más que simplemente mantener nuestros impulsos bajo control. En realidad, forman parte de un conjunto más amplio de funciones ejecutivas involucradas en el autocontrol, por ejemplo, hacer frente a factores estresantes, sopesar distintas alternativas y tomar decisiones; todas las cuales se basan en la misma fuente de energía, y esta es limitada.


Vejiga llena, cerebro en calma

Hace algunos años, un grupo de investigadores realizando otro tipo de estudio, de pura casualidad se dieron cuenta que las personas que bebían mucha agua eran menos impulsivas y tenían un mejor autocontrol. Para probar esta teoría, se hizo beber a un grupo de voluntarios cinco tazas de agua en pequeños sorbos. Después de unos minutos, evaluaron el autocontrol de estos individuos haciéndoles una serie de pruebas.
En una de ellas, se ofrecía a las personas un premio inmediato de 15 dólares o uno con un retraso de 20 días de 30 dólares. Los investigadores encontraron que las personas con las vejigas llenas eran más propensas a la segunda opción, en comparación de un grupo de control que no había bebido agua.

Por tanto, quizás sea recomendable que si usted puede estar ante un comportamiento compulsivo próximo (por ejemplo, va a asistir a un centro comercial o a un lugar donde hay mucha comida) beber una buena cantidad de agua puede calmar su impulsividad, ya sea por comprar o por comer.


Como dijo el filósofo francés Jean Paul Sartre, estamos hechos de nuestras elecciones. Y no es menos cierto que nuestras decisiones, a veces hechas de manera compulsiva, también pueden dar forma a nuestro futuro.